Se realiza un estado de la cuestión en el que se ofrecen algunas propuestas interpretativas. El papel del Ejército como agente de nacionalización ha sido ampliamente referenciado por la literatura científica, pero faltan estudios detallados de caso, especialmente del siglo
A state of the art regarding the issue in which some interpretative proposals will be presented. The role that the army has developed as a nation building agency has been largely referred to the experts of this area of knowledge. However, there is still a lack of research focused on this issue, especially on the 20th century. As far as our country, Spain, is concerned, this field of investigation has been limited to some researches which focused on the 19th century and on Miguel Primo de Rivera’s dictatorship. This paper deals with the main features of the Spanish compulsory army service during the period of Franco’s dictatorship, and tries attempts to analyse the role that this phenomenon played in the process of Spanish nation building, and in the creation of Spanish national identity: the definitive universality of the service, the combination between theoretical and practical training, Spanish history learned by recruits and the literacy lessons. Yet, not only is this the main purpose of the essay, since it also aims to depict the lack of specification in the theoretical teaching, the discrimination that the recruits suffered based on their geographical origin, and the influence of other conscripts with different national identities. Finally, we question some aspects of the conscription’s nation-building capacity.
El papel del Ejército, y dentro de él el servicio militar obligatorio (SMO), como agente de nacionalización viene siendo analizado en el estudio de los procesos de construcción nacional desde hace décadas
Para finalizar, hacemos una reflexión sobre la capacidad real del SMO durante el franquismo para fomentar en los reclutas el arraigo de la identidad nacional española —o una propuesta determinada de esta—, así como los hándicaps, déficits y éxitos de este proceso, ofreciendo una propuesta interpretativa.
A inicios del siglo
Las escasas simpatías que despertaba el SMO en la sociedad española no ayudaban a mejorar su influjo nacionalizador. No se trató de un servicio realmente universal hasta 1940, aunque la discriminación fue denunciada por el obrerismo desde el siglo
El desastre del Barranco del Lobo en 1909 y los acontecimientos de la Semana Trágica, devolvieron esta demanda popular a la agenda política en un clima de crispación social: «¡Abajo la guerra!», «¡Que vayan los ricos!»
La dictadura de Miguel Primo de Rivera intentó dar impulso al papel nacionalizador del Estado, especialmente a través de los cuarteles. La nacionalización de los reclutas y de la sociedad a través de estos y de la oficialidad, intentó fomentar el patriotismo y la identificación de los ciudadanos con la nación de una forma nunca vista
Las destacadas tasas de analfabetismo que se dieron en España a lo largo de los primeros años del siglo
En 1940, recién acabada la Guerra Civil española y con la Segunda Guerra Mundial en ciernes, el régimen franquista decretó una reforma del reclutamiento militar
Con el nuevo sistema de conscripción muy pocos reclutas podían evitar su realización, acabando para siempre con las exenciones de tipo económico. Se aplicaba para reclutar a los soldados destinados a cumplir su servicio en el Ejército de Tierra, el Ejército del Aire y la Infantería de Marina. Establecía medidas para integrar a la juventud trabajadora y universitaria en el SMO, intentando aprovechar su capacitación técnica en beneficio de los ejércitos. Las juntas de clasificación y revisión que se instauraban en cada caja de reclutamiento variaban su composición anterior. Los representantes municipales pasaban a tener voz pero no voto, y la mayoría del tribunal era militar. Serían los encargados de impedir fraudes
La ley se desarrolló en un reglamento provisional en 1943
La instrucción premilitar elemental y superior, de carácter teórico y físico, se dejó en manos de la Milicia de Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva nacional Sindicalista (FET-JONS), y de su Milicia Universitaria
En 1945, el Fuero de los Españoles incluyó el encuadramiento militar obligatorio en su art. 7. Queda codficado en la legislación superior del nuevo Estado su papel como elemento de reivindicación patriótica de sus individuos: «Constituye título de honor para los españoles el servir a la Patria con las armas. Todos los españoles están obligados a prestar este servicio cuando sean llamados con arreglo a la ley»
Toda la legislación sobre el SMO desarrollada con anterioridad fue confirmada. La ley de 1940, junto a otras veintisiete leyes, decretos y reglamentos aprobados durante la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil y el régimen del General Franco, conformaron el complejo entramado legal que reguló los reclutamientos en España hasta 1969. En esa fecha se aprobó una nueva Ley General del Servicio Militar que aspiró a unificar, actualizar y modernizar el sistema de reclutamiento español, acabando de paso con algunas de sus características más llamativas, incluyendo el control que el Movimiento realizaba sobre los sargentos y alféreces de la IPS
La Ley General del Servicio Militar aprobada en 1969 eliminó algunos aspectos técnicos de la normativa anterior, y se incluyeron toda una serie de novedades de carácter ideológico y programático. EL SMO pasó a definirse como «un honor y un deber inexcusable que alcanza a todos los españoles varones que reúnan condiciones de edad y aptitud psicofísica, a la par que un instrumento para la formación espiritual, física y cultural y para la promoción social de la juventud española»
Como venía siendo habitual desde 1940, se intentó plasmar en el nuevo reglamento el carácter universal del servicio, recordando que no se podrían conceder exenciones que no estuvieran reflejadas en la ley. Los prófugos no podrían acogerse a indultos, e incluso para perder la nacionalidad española sería imprescindible no estar sujeto al servicio militar activo
Con el aumento de la natalidad, los efectivos disponibles podrían ser superiores a las necesidades de los ejércitos. En esas ocasiones el «excedente de contingente» solo cumplía el periodo inicial de instrucción hasta prestar juramento de fidelidad a la bandera. Sellado con un compromiso ante Dios su lealtad a España, sus mandos y la bandera, los nuevos soldados quedaban eximidos del resto del servicio si no resultaban necesarios
Mientras las parejas tenían que retrasar sus bodas, los funcionarios llamados a filas tenían que pedir excedencias para iniciar su instrucción. Auxiliares administrativos de algún ministerio
Los reclutas, una vez movilizados, pasaban por un periodo de instrucción en el que debían superar un adiestramiento básico —teórico y práctico—, en un ambiente de aislamiento y alienación. En esta primera fase la exigencia física era alta y el tiempo libre escaso. Hasta mediados de la década de 1960, todos los reclutas del país fueron movilizados a la vez. Cada unidad a la que eran destinados contaba con un campamento de instrucción. Se establecían en los primeros meses de la primavera y se desmantelaban al terminar el estío, después de que los reclutas hubieran formalizado su compromiso con España a través de la jura de bandera. Este acto constituía todo un rito iniciático
Esta fórmula, aprobada en septiembre de 1936 por los sublevados, era respondida con un «¡sí, juramos!» por la tropa, al que la presidencia respondía: «Si así lo hacéis, la Patria os lo agradecerá y premiará; si no, mereceréis su desprecio y castigo como indignos hijos de ella». Después, los reclutas besaban la bandera y desfilaban debajo de ella, mientras el asta y la espada del comandante continuaban formando una cruz. El acto terminaba después del responso de un capellán castrense
Tras el juramento, el recluta se convertía en soldado y se incorporaba a su destino. A partir de ese momento, solo continuaban asistiendo a clases teóricas los analfabetos o los que no tuvieran certificado de estudios primarios. El resto de la tropa solo recibía, de manera ocasional, alguna conferencia impartida por oficiales de la propia unidad, oficiales de paso, altos oficiales en visitas de revista, o capellanes castrenses. En contadas ocasiones personal civil impartía alguna conferencia cultural. Después del ajetreo y la ocupación constante de la etapa de instrucción, los nuevos soldados en sus destinos solían contar con bastante tiempo libre. Los mandos, para impedir que este fomentara la indisciplina, intentaban contener las actitudes propias de la juventud y el tedio a través de la organización de actividades culturales. Además de las conferencias, se organizaban proyecciones, concursos literarios, redacción de artículos para revistas impresas en el propio cuartel, visitas culturales y excursiones turísticas, además de otras actividades. Todo ello jalonado de maniobras con fuego real o simulado, actividades gimnásticas y repasos de la instrucción física recibida durante la primera etapa. Los nuevos soldados destinados a servicios auxiliares o cuarteles generales podían librarse de ese tipo de servicios, e incluso pernoctar fuera de los cuarteles o en sus propias casas.
Por norma general, la movilidad geográfica de los reclutas era alta. En primer lugar, debían desplazarse a un campamento en el que realizar la instrucción, y posteriormente a un cuartel en el que realizar el resto de su servicio integrándose en una unidad. Esto provocaba grandes desplazamientos de jóvenes a lo largo de la geografía española. A partir de 1966, la explosión demográfica hizo inviable que todos los reclutas de un mismo año fueran instruidos a la vez, por lo que se crearon los centros de instrucción de reclutas (CIR). Estos eran de carácter permanente y recibían anualmente varios reemplazos de diferentes zonas del territorio a lo largo de todo el año. Por norma general, cada región militar contaba con uno, aunque las más pobladas tenían varios. Existían dos más en Canarias y Baleares. En el Sáhara Occidental se creó un Batallón de Instrucción de Reclutas con mayores exigencias físicas. La construcción de estos centros supuso el inicio de varios expedientes de expropiación forzosa que tensaron las relaciones con la población civil de aquellos lugares
La detección de elementos susceptibles de ser peligrosos era habitual. Considerando que un recluta políticamente activo podía poner en peligro el ideal patriótico de toda una unidad, se recibían informes provenientes de los tribunales especiales para asuntos políticos
Desde los años sesenta, los atentados de ETA preocuparon a las autoridades del SMO. La desconfianza hacia los reclutas vascos comenzó a hacerse habitual entre los mandos de los cuarteles, y en ocasiones entre sus propios compañeros
La negativa a realizar el SMO se consideraba deserción, y suponía penas de prisión mayor en un penal militar. Los reclutas estaban sometidos a la justicia militar y debían responder ante ella. Al igual que a principios del siglo
La profesión de confesiones diferentes de la católica era visto con suspicacia entre los mandos, que anualmente se encargaban de clasificar la formación moral y religiosa de sus nuevos reclutas. Desde 1940 y hasta bien entrada la década de 1980 se realizaron cuestionarios y tablas estadísticas de los diferentes campamentos de instrucción y posteriormente de los CIR. En el caso de la VIII Región Militar, se realizaron campañas de moral católica entre aquellos reclutas nacidos o formados durante los años de la II República que no habían sido bautizados o que no comulgaban. La idea era fomentar la «recristianización» del país
Muchos oficiales militares, especialmente aquellos bien preparados en ciencias exactas, trabajaron paralelamente como profesores de ciencias o educación física en colegios, institutos y academias particulares durante las décadas de 1940, 1950 y 1960
Por su valor propagandista, los datos estadísticos sobre alfabetización durante el franquismo eran susceptibles de ser exagerados intencionadamente
Los textos y manuales con los que los reclutas y soldados de reemplazo eran formados, reflejan en gran medida la realidad de las enseñanzas que recibían. En general, recogían las mismas inquietudes que los manuales de inicios de siglo. Si en 1904 se pretendía inculcar a los soldados contenidos como «disciplina, orden, respeto a los oficiales, respeto al propio cuerpo y a la familia», o una visión bucólica, romántica e idílica de la patria a través del estudio y veneración de algunos episodios de la historia de España
A partir de 1932, en la ordenanza republicana del 17 de marzo de 1932
[…] ser educados en el concepto del deber y del honor, para que en cualquier momento estén dispuestos a sacrificarse por ellos. Es hoy aún más necesaria esta educación moral, pues el servicio militar obligatorio hará pasar por las filas a un mayor número de reclutas que en épocas anteriores, y el limitado tiempo que en ellas permanecen obliga a extremar la intensidad de tan importante instrucción, para que al cumplir el tiempo de su permanencia en el ejército, conserven siempre los principios de sana moral militar aprendidos a él. Estas consideraciones tienen también su fundamento legal en la importancia que en los planes generales de instrucción se concede a dicha instrucción moral y los programas redactados para la enseñanza en las Escuelas regimentales incluyen su estudio en la de soldados aspirantes a cabo, en la de cabos y en la de sargentos
Las innovaciones que se dieron en la enseñanza militar durante la II República fueron profundas. Por ejemplo se dictaba que:
Entre los deberes patrióticos que afectan a todo ciudadano, descuella el servicio militar, que además constituye un honor, por rendirse a la Patria, y no es obligación impuesta a unos cuantos; antes por el contrario, obliga a todos, como el hijo tiene la obligación moral de salir en defensa de su madre si fuera menester, y de no hacerlo sería un mal hijo e indigno de tratar con personas honradas. Las guerras no se han hoy por vengar agravios personales ni por caprichosa ambición de soberanos, sino por el bien nacional; y como este interesa por igual a todos los ciudadanos, a todos les alcanza el deber de defender la Patria
Antes de la Guerra Civil, la manualística militar continuó insistiendo en nuevos conceptos como ciudadanía, separación político-militar, y mutando de forma destacada los contenidos sobre historia y geografía de España que se impartían anteriormente. Si antes se incidía en la Reconquista, la época imperial o sus orígenes remotos, ahora se pasaba a hacer hincapié en la Guerra de la Independencia, o las grandes gestas de exploradores y científicos militares: Elcano, Malaspina, etc. Incluso se intentaba instruir al recluta sobre el contexto geopolítico resultante de la Primera Guerra Mundial y los intereses españoles en él. Respecto a la formación puramente moral no se centraba tanto en el patriotismo, proponiendo al recluta cuestionarios con preguntas como: «¿Qué deberes tiene el hombre para consigo mismo? ¿Cuáles son las virtudes del buen ciudadano? ¿Cómo ha de regular su conducta el militar con el elemento civil? ¿Qué está dispuesto respecto a la prohibición de actuar en política de los militares?»
Pese a las modernizaciones que sufrieron los manuales de enseñanza para la tropa en la época republicana, la victoria de los sublevados en la Guerra Civil retrotrajo el contenido de los textos a la etapa anterior, aunque incluyendo algunas novedades importantes. Como resulta evidente, cualquier referencia al Gobierno o a la monarquía fue eliminada. Solo la figura del Caudillo era destacada. Por otro lado, en la inmediata postguerra la historia antigua y medieval se convirtieron en las referencias históricas clave para la formación de los soldados
Los manuales destinados a facilitar el aprendizaje militar, moral, patriótico y primario básico no se consideraban suficiente, y se intentó favorecer la comprensión de los reclutas a través de ciclos de conferencias. De hecho, las altas tasas de analfabetismo hacían que los manuales, a la postre, solo fueran útiles para los instructores como textos de referencia en los que inspirarse para sus clases teóricas, o para los cursos de formación de cabos. De ahí la importancia de las conferencias, que se fueron imponiendo como elemento básico para la formación de la tropa. Los guiones de estas se fueron sucediendo de un instructor a otro durante décadas en los diferentes cuarteles y unidades, mientras las clases de alfabetización o las clases de extensión cultural para la certificación de estudios primarios se fueron profesionalizando gracias a los cuadros de la IPS, capellanes y cabos y cabos primeros graduados en las
Este tipo de adoctrinamiento patriótico, de carácter formal, e integrado en la formación militar básica que los reclutas recibían durante su formación inicial, y que se extendía también a las clases de alfabetización y de extensión cultural, se mantuvo sin demasiados cambios hasta la aprobación de la ley general del servicio militar de 1969. Dos años antes de su aprobación, las diferentes regiones militares comenzaron a solicitar de todos las unidades de las que dependían los campamentos de instrucción inicial, informes acerca de diferentes aspectos de la formación que impartían. La idea era que, antes de la aprobación de la nueva ley, cada región militar pudiera realizar un informe exhaustivo sobre las dificultades con las que se encontraba para desempeñar correctamente su papel. En el caso de la VIII Región Militar, cada unidad de instrucción remitía informes a la Capitanía General al finalizar los distintos turnos de instrucción de cada llamamiento. Cada unidad planteaba una realidad muy diferente, en función al interés de mandos e instructores en el trabajo de tutelaje y formación de los reclutas. Algunos de estos informes se centraban en el trabajo de la academia de analfabetos de la unidad y en la de extensión cultural, aportando tablas estadísticas sobre sus porcentajes de éxito. Otros se limitaban a informar de que se habían utilizado las fichas publicadas anualmente por el Estado Mayor Central en las que año tras año se repetían las mismas informaciones acerca de los conocimientos morales y patrióticos que debían adquirir los reclutas
a) se ha procurado en todo momento, pero más especialmente en este ciclo, inculcar en el soldado el amor a la Patria, el sentido del honor y otras virtudes militares. Se le ha enseñado que el Ejército, el Cuartel, es la gran escuela de la ciudadanía, donde preferentemente se le da culto a la Patria;
b) el general que suscribe en los actos de Despedida del Soldado que ha presidido, ha podido comprobar que las enseñanzas a este respecto han cuajado firmemente en el alma del soldado
Las horas destinadas a la formación moral del soldado solían ser entre una y dos cada tarde. Se destinaban realmente a este fin únicamente durante sus primeras sesiones; posteriormente solían redirigirse hacia otro tipo de formación teórica más vinculada con la táctica militar, aunque siempre intentando relacionarla con algunas nociones muy básicas de historia o geopolítica: por ejemplo, se relacionaba una clase teórica sobre armamento atómico con supervivencia en entornos de contaminación radioactiva
Alternativamente se viene desarrollando esta instrucción, por medio de charlas y conferencias, a cargo de los oficiales y del capellán de la unidad, basadas fundamentalmente en los principios morales, patrióticos y espirituales, poniendo sumo interés en estas materias, por ser fundamentales para la formación de los soldados, considerando los resultados obtenidos satisfactorios
Gracias a estos informes, sabemos también que los encargados de la extensión cultural no siempre estaban capacitados para ello. De modo ocasional, se encargaba de tal menester a cualquier cabo disponible, bajo la supervisión del capellán
Tras la creación de los CIR, y hasta el final del franquismo, las clases de formación patriótica y moral de los soldados fueron progresivamente perdiendo importancia. Su número se fue limitando a la vez que caían los niveles de analfabetismo. Así, su impacto real se redujo mientras otras formas más accidentales de nacionalización fueron ganando importancia
Durante la etapa republicana, por iniciativa del ministro de Guerra Manuel Azaña, se crearon en los cuarteles de España los «hogares del soldado». Estos centros tenían una cantina, una biblioteca, una sala de lectura y un lugar de recreo y ocio para la tropa, con aparatos de radio y proyección, además de juegos para que los mozos pasaran el tiempo de una forma sana mientras duraba su servicio militar
En una experiencia de masas como el SMO, el aislamiento y la integración de los individuos en un ambiente social hermético durante largos periodos de tiempo puede llegar a crear lazos de solidaridad y de identidad que no se podrían generar en ningún otro contexto
El régimen creó, junto al Hogar del Soldado, todo un programa de ocio destinado a que los soldados conocieran la geografía en la que les había tocado servir. A través de visitas culturales, conferencias y charlas, actividades y visitas deportivas, visitas a focos industriales o pases de cine, se pretendía fomentar un ocio sano que a su vez redujera la mala impresión con la que el SMO era percibido por una parte considerable de la juventud española. El Recreo Educativo del Soldado (RES), se convirtió en una oportunidad de hacer turismo y de conocer mundo mientras se vestía el uniforme militar. Aunque durante los años de la postguerra y la autarquía sus actividades no fueron demasiado numerosas, y por lo general se reducían a una o dos por reemplazo, sirvieron como válvula de escape de las durezas y del aburrimiento de la vida militar
Los reclutas estaban sometidos a los rituales patrióticos propios del servicio militar. A los de carácter ordinario, como los rituales de izado y arriado de la bandera, los toques de corneta, la posición de firmes saludando al ocaso durante el toque nocturno de oración a los caídos, la custodia de la enseña de la unidad en su sala de banderas, los cánticos patrióticos, o los gritos de «¡España!» o «¡Franco!» al romper filas. Pero también a los extraordinarios, como la jura de bandera, los grandes desfiles en los que podían llegar a participar durante el SMO, las grandes misas de campaña, los homenajes a los caídos, o la «despedida del soldado» al licenciarse. De todas aquellas vivencias, que dependiendo del momento pudieron durar entre tres meses y dos años, los millones de reclutas movilizados durante el franquismo guardaron buenas y malas anécdotas, y contactos personales más o menos duraderos. En todo caso, sufrieron en carne propia el efecto directo del SMO como agente de nacionalización del Estado al vestir el uniforme militar. Y más allá de su éxito con cada uno de ellos, también formaron parte activa de esa agencia de nacionalización al pasearse con sus uniformes por las plazas, parques y calles de España, y al volver a sus casas vistiéndolos.
La recepción de los influjos nacionalizadores del franquismo no fue homogénea. Ni todos los españoles, ni tampoco todos los reclutas y soldados que pasaron por el SMO tuvieron los mismos. Tampoco todos tenían una identidad nacional definida al llegar al SMO, ni los mismos niveles culturales o las mismas convicciones políticas o religiosas, en caso de tener algunas. Pese a ser una gran experiencia de masas, la falta de organización en la formación y el adoctrinamiento patriótico, y su heterogeneidad interna, hicieron que ganara importancia la vivencia individual y el contexto específico de cada caso, por lo que su valor como elemento de arraigo de una identidad nacional —que lo tiene— debe ser ponderado. Por una parte porque no solo existían los elementos nacionalizadores oficiales, sino también otros accidentales
Algunos de estos mecanismos de nacionalización de los que disponía el SMO se pusieron a disposición de otros fines. El control ideológico y religioso de los conscriptos, por ejemplo, parecía guardar un interés mayor que el propio arraigo de la identidad nacional en algunos momentos, reduciéndose a los rituales patrióticos y al consumo casi litúrgico de los símbolos nacionales.
La intención renacionalizadora del franquismo contó con graves problemas de fondo. Uno de los principales fue la falta de cohesión sobre cómo era aquella nación imaginada que los españoles deberían defender con las armas. Pese a evitar entrar en una categorización profunda de las complejidades ideológicas del franquismo, la respuesta no parece clara. De ahí que tampoco lo fuera la que se le transmitía —o se pretendía transmitir— a los reclutas. La idea de España que se les ofrecía resultaba lo suficientemente escasa de contenido y etérea como para que pudiera gustarle a todos sus promotores. A su vez, podía ser consumida y asumida con facilidad por sus destinatarios. Por lo menos por los que no contaran con una identidad alternativa, arraigada previamente a través de mecanismos de nacionalización desarrollados desde esferas privadas y semiprivadas
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación «La nación desde la raíz» (HAR2012-37963-C02-029; IP: Xose Manoel Núñez Seixas), del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España, que también financió nuestra estancia de investigación (EEBB-I-15-10066) en el Departamento de Historia de los Movimientos Políticos y Sociales de la Universidad Complutense de Madrid. Nuestra investigación se ha realizado en el seno del grupo de investigación «Historia política y de los nacionalismos» (HISPONA) de la Universidad de Santiago de Compostela, financiado con una subvención para la consolidación de grupos de investigación emergentes de la Xunta de Galicia (ED431B 2016/015; IP: Emilio F. Grandío Seoane). A su vez, habría sido imposible sin la ayuda de investigación de l’École des Hautes Études Hispaniques et Iberiques (Casa de Velázquez) que nos ha permitido la consulta de los fondos de la Biblioteca Nacional de España y del Archivo General Militar.
Weber (
Agradecemos a Miguel Cabo Villaverde y a Xosé Ramón Veiga Alonso la consulta de su inédito
Quiroga Fernández de Soto (
Luengo (
Quiroga Fernández de Soto (
Ruiz Fornells (
Canella Secades (
«Galicia, al pie de Monterrey»,
Tella Cantos (
Mosse (
Álvarez Junco (
García Pérez (
Quiroga Fernández de Soto (
Billig (
Martínez López (
El caso prusiano ya se ponía como ejemplo en 1841:
Lucea (
Canalejas (
Puell (
Toro y Santos (
Balfour (
Quiroga Fernández de Soto (
Gil Pecharromán (
Molina Luque (
Raguer (
Matthews (
Viñao (
Ley de 8 de agosto de 1940 por la que se modifica la legislación vigente sobre reclutamiento,
Vaquero Martínez (
Viñas (
Ley de 8 de agosto de 1940 por la que se modifica la legislación vigente sobre reclutamiento,
Reglamento Provisional para el Reclutamiento y Reemplazo del Ejército,
La relación entre las juntas consulares y las cajas de reclutamiento se debía a motivos variopintos. Los lazos de la emigración, comerciales, o una relativa cercanía geográfica eran algunos de los dispares motivos elegidos.
Se reservaba el asiento a la derecha de la presidencia de los ayuntamientos —constituidos en sesión pública para los alistamientos— para los eclesiásticos.
Por ejemplo, fue habitual que en los campamentos de la IPS se corearan canciones antimonárquicas de los falangistas, al igual que se hacía en los de la OJE: Cardona (
Fuero de los Españoles,
Ley 55/1968, de 27 de julio, General del Servicio Militar,
Concordato entre la Santa Sede y España, 27 de octubre de 1953, art. XV.
Decreto 3048/1971 de 2 de diciembre,
Resolución de la subsecretaria por la que se concede la excedencia especial por servicio militar a don Ramón Ismael Malagón Arias,
Resolución de la Dirección General de Prisiones por la que se concede la excedencia especial por cumplimiento del servicio militar obligatorio a don Juan F. Ortiz Gómez,
Resolución de la Dirección General de Justicia por la que se declara en situación de excedencia especial por servicio militar a Don Alfredo Encinas Prieto, Auxiliar del Juzgado Municipal, núm. 24 de Madrid,
Orden de 30 de septiembre de 1967 por la que se declara en situación de excedencia especial por cumplimiento del servicio militar a Don Juan Manuel Lojo Aller, Juez de primera instancia e instrucción de Cervera de Pisuerga,
Orden del 16 de noviembre de 1973 sobre régimen especial y beneficios aplicables al personal minero para la prestación del Servicio Militar según decreto-Ley 22/1963,
Decreto 2870/1974 de 26 de septiembre sobre concesión de reducción del Servicio Militar en filas a mozos repatriados de Marruecos,
Decreto 1479/1972 de 2 de junio por el que se declara exento de la obligación de prestar servicio militar a don Ignacio Maestre Casanovas»,
Decreto 1001/1966 de 7 de abril por el que se regula el servicio militar de Maestros de Enseñanza Primaria,
Moreno Luzón y Núñez Seixas (
Colectivo Gasteizkoak Taldea (
Resolución de la jefatura de propiedades militares de Alicante relativa al expediente de expropiación forzosa de los bienes y derechos afectados en los términos municipales de Agost, Monforte de Cid y Petrel de esta provincia, para instalación en los mismos del Centro de Instrucción de Reclutas núm. 3»,
El Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, hasta su supresión y sustitución por el Tribunal de Orden Público en la Ley 154/1963 de 2 de diciembre.
Montalbán Gámez (
Haro García (
Sanz Díaz (
Muñoz Molina (
«Entrevista a Eliseo Viñayo Muñiz», en
Portell (
Casanova (
Stoklosa (
Cardona (
Oliver Olmo (
García Ordás (
AIMNO: 1998/703; «Informe sobre la formación religiosa de los nuevos reclutas».
AIMNO: 1998/705; «Informe sobre la formación moral de los nuevos reclutas».
Cardona (
Queremos agradecer al profesor José Álvarez Junco las sugerencias a este respecto que nos aportó durante el
Quiroga del Valle (
Puell (
García Navarrete y Sarmiento (
Diario Oficial del Ministerio de Guerra, núm. 65.
Hijar (
Academia de Artillería (
En la documentación consultada en el Archivo Intermedio Militar Noroeste (AIMN) y en los diferentes depósitos del Archivo General Militar (AGM) no hemos logrado localizar estas fichas, aunque hemos podido reconstruir parte de su contenido gracias a los informes remitidos por las unidades de la VIII Región Militar y algunos guiones desarrollados a partir de estas.
AIMNO: 3FM/1698; Intendencia, Cuartel General, Transmisiones, Logística, Parques y Talleres, Sanidad.
AIMNO: 3FM/1698; Brigada Infantería. D.VII (1966).
AIMNO: 3FM/1698; Brigada Aerotransportable (1966).
AIMNO: 3FM/1698; Brigada Sanidad (1966).
AIMNO: 3FM/1698; Informe del E.M. VIII R. M (1966).
Por ejemplo: en 1968 el agregado militar y aeronáutico de la embajada de España en Paraguay, teniente coronel Fernández de Salas López, remitió un informe al respecto adjuntando manuales de aquel país: IHCM: III-51-8-11.
«Nueva llamada a filas en Inglaterra»,
Fox y Miller-Idris (
«Presupuesto de Marruecos»,
Jensen (
Martínez López (
Cardona (
Busquets y Fernández (
Colldeforns y Grais (
Biblioteca Histórico Militar de A Coruña (BHMAC):
AIMNO: 1998/697; 1998/769.
Goffman (
Mayordomo (
AIMNO: 2009/2875; 2009/3003; 2009/2982.
BHMAC:
Lo mismo ocurría con los soldados catalanes en la IV Región Militar (
Fox y Miller-Idris (
Fuertes Muñoz (
Quiroga Fernández de Soto (
Riquer i Permanyer (