Atrás quedan los tiempos en que para abordar una biografía se hacían necesarias justificaciones con aire de disculpa. Desde los orígenes de la práctica historiográfica la biografía ha sido un género recurrente y, en las últimas décadas, han sido relevantes las de las principales figuras de la Segunda República, la Guerra Civil y la construcción del franquismo. Son ya canónicas las obras sobre Francisco Largo Caballero, Manuel Azaña, José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma Ramos, Juan Negrín o sobre el mismísimo Franco. Sin embargo, estos estantes cuentan con significativos espacios en blanco que hasta el momento habían sido ocupados por literatura de combate y, en mayor medida, por hagiógrafos de la dictadura y revisionistas. Uno de estos huecos era el de Onésimo Redondo, lo que justifica que el historiador Matteo Tomasoni escogiera el título de «el caudillo olvidado». No cabe de duda que lo recordable y lo olvidable responde a condicionamientos paralelos al devenir del personaje y están más relacionados con los contextos y los intereses de los promotores de la memoria. Esta gestión del recuerdo explica el vaivén en el siglo
La biografía de Onésimo Redondo, resultado de una celebrada tesis doctoral, va precedida de un prólogo de Ferran Gallego, que localiza el interés en los debates sobre la conformación y los límites ideológicos del fascismo español, campos en los que es un acreditado especialista. La obra está conformada por dos partes diferenciadas pero complementarias. La primera, una biografía exhaustiva del personaje en la que aborda sus orígenes familiares; su contacto con la academia alemana y con el programa de participación política del catolicismo militante en el
La segunda parte del libro aborda las bases de su pensamiento político: su imperialismo y castellanismo, el compromiso con la transformación violenta, el nacionalsindicalismo y un novedoso capítulo dedicado a su antisemitismo, aspecto poco transitado por la historiografía. Todos estos factores no pueden entenderse sin el trasfondo católico, tuétano de su planteamiento ideológico y de su praxis política. Faltaría una tercera vía transitable que Tomasoni deja enunciada: la construcción del mito de Onésimo, sus usos públicos y los combates por apropiarse y resignificar el personaje en sucesivas escalas de la memoria, atendiendo a cada coyuntura y a los espacios del recuerdo. Sin duda este análisis contribuiría a comprender las múltiples dimensiones de uno de los principales «caídos» de la dictadura. Otra puerta abierta sería la existencia de una comisión de investigación sobre el asesinato de Redondo —documentación preservada en el Archivo Histórico Nacional— que realizó decenas de entrevistas y corroboró la tesis del asesinato por el encuentro accidental con una columna republicana. Cabría preguntarse si se crearon comisiones análogas con otros personajes asesinados durante la guerra y trabajarlas a fondo.
Las fuentes utilizadas por Tomasoni son muy novedosas, especialmente el archivo familiar que heredó Mercedes Redondo, hija del biografiado, y que albergaba numeroso material inédito, correspondencia, listados bibliográficos y joyas hemerográficas que se consideraban perdidas, como el semanario
Esta obra contiene tres aportaciones metodológicas relacionadas con las recientes formas de concebir el oficio. En primer lugar, la biografía de su autor constata el proceso paulatino de internacionalización de la universidad española, que ha abierto el horizonte a múltiples espacios historiográficos internacionales y a la superación de los análisis explicativos basados en la excepcionalidad española. En segundo lugar, la integración discursiva de la vida, obra y pensamiento de Onésimo, desde una óptica que no discrimina la ideología de la acción política. Y, en último lugar, la apuesta por el género biográfico, que permite hacer historia desde lo que podríamos denominar un «giro cronológico», es decir, que en lugar de articular el estudio en etapas cerradas y autónomas unas de otras (República, Guerra Civil, dictadura, etc.) aborda el tiempo transversal de agentes históricos que abarcan diferentes periodicidades.
La obra también contribuye a complejizar más si cabe los orígenes del proceso de fascistización español, con un personaje que concilia sin contradicciones el catolicismo nacionalista de Menéndez Pelayo, la reacción y el elitismo rural con el nacionalsindicalismo y el antisemitismo. Su pensamiento político contribuye a demoler la esclerótica noción del fascismo vinculada,
Mención especial merece el análisis del antisemitismo de Onésimo, diferible según el autor del contenido racial planteado por el nazismo y más cercano a la recuperación de un historicismo nacionalista y a un viaje en el tiempo a la España imperial y a los Reyes Católicos, a la que habría que sumar la cultura política antijudía a nivel internacional y la presencia de este enemigo nacional en obras de referencia para el vallisoletano como
En definitiva, consideramos que esta